sábado, 25 de octubre de 2008

ROMANZA DEL CONDE-DUQUE AZPICURRETA.


Hoy la cosa, va de moviola. Hay entradas que publiqué hace mucho tiempo, much@s de vosotr@s no me conocíais y no teníais que sufrir mis rimas, además, así reposo un poquejo e intento terminar entradas que tengo empezadas y no consigo darles el toque final, porque mi musa va teniendo sus añitos y no está tan fresca como cuando empezamos a tontear (es una relación puramente platónica y permitida por mi contraria), así que os dejo con las aventuras y desventuras del Conde-Duque Azpicurreta.

Don Ignacio Azpicurreta,
Conde-Duque de Constancia,
Marqués de Rosacetrina,
Señor de Pazos de Ugaña,
regresaba un mes de Mayo
de facer una Cruzada,
con heridas en el rostro,
en el pecho y en la espalda,
y también tenía heridas,
(aunque no se le notaban)
por haber hecho el panoli,
en el corazón y el alma,
pues volvía derrotado,
sin escudo y sin espada,
que tuvo que abandonar
en el campo de batalla,
para poder correr más,
porque si no, le alcanzaban
y le daban más meneos
que a una esterilla otomana,
que sacuden por la tarde,
de noche y por la mañana.

Pasado ya el mediodía,
divisó en la lontananza
la silueta familiar
de su castillo y su casa
y puso paso ligero
para llegar sin tardanza.


Pero.... cuando estaba cerca,
del susto casi la palma,
pues, lo que vieron sus ojos
la verdad, no lo esperaba.

En la torre del castillo,
en vez del pendón colgaban,
camisetas, calzoncillos,
sujetadores y bragas
que se secaban al sol
al tiempo que se oreaban.

La torre del Homenaje
ni era torre ni era nada,
pues, palomas, gorrinillos
y gallinas la poblaban.
El puente estaba bajado
sin nadie que lo cuidara,
y los guardias y las damas
en el foso se bañaban.

El patio, era un mercadillo
de las cosas más variadas,
pues vendían ropas, frutas,
encurtidos y quincallas.
Su esposa Doña Benilde,
en una mesa cercana,
se jugaba los dineros
con sus primas a la cartas
y sus dos hijos pequeños,
reunidos con su panda,
degustaban calimochos
de vinillo de uva blanca.

Aquello, en vez de un castillo
era la Costa Dorada
un sábado por la noche
a mitad de temporada,
y si ya venía triste
de su misión fracasada,
esto le dio la puntilla
y le sonrojó la cara,
demostrándole que un padre
debe quedarse en su casa
y no hacer el gilipollas
marchándose de Cruzada.

Pedro.M.B.

8 comentarios:

Terly (Juan José Romero Montesino-Espartero) dijo...

Jolín, Pedro, ni de cruzada se podía uno ir en esa época porque ya ves como se encontraban el patio.
En nuestra época, como sabrás, ha salido de cruzada el Conde Garzonazo de las Puñetas y sus escuderos le agasajan y defienden de peligrosas señoras que a él se acercan para "piropearlo". Esto ya no es lo que era.
Un abrazo y sigue contando historias de damas y castillos que se te dan muy bien.

Pecas dijo...

jajajajaja..... pobre hombre lo que se encontró en su casa..... menudo jolgorio tenían montado. Lo que me he reido Pedro. Eres unico.

Anónimo dijo...

Gracias por hacerme reir un rato... me hacía falta

Ana

Unknown dijo...

¿Para qué remover el pasado?
¿No te parece que ya nos torturas lo suficiente con tus prosas y demás cosillas en el presente? , juajuajuajuajuas... En cuanto a la musa, pobre musa, nos enteramos que está haciendo rehabilitación en un Centro de Salud Mental... jajajajaja, perdón, perdón, Pedroooo, ¡te queremos, no lo olvides!...

Pedro dijo...

Gracias por vuestros comentarios, estoy "trabajando" en una nueva historia "Medieval", pero no consigo "rematarla", "encuantico" lo consiga, la publicaré.
Un abrazo bloggero.

Mª Rosa Rodríguez Palomar dijo...

Ya me gustó cuando la leí, y me vuelve a gustar hoy. Es muy divertida y está hecha con mucha maestría esta Romanza del conde duque.

Un beso

Pedro dijo...

¡Hola Shikilla! Estábamos escribiendo los dos al mismo tiempo, así que apúntate al abrazo bloggero comunitario.

Su dijo...

Como me gusta, ja ja